jueves, 4 de junio de 2015

Sobreabundancia frente a bibliodiversidad


El hecho de que en España se publica demasiado es algo que ya hace tiempo que escuchamos, y con lo que creo que todos estaremos de acuerdo. Tradicionalmente, las grandes editoriales adoptaron la estrategia de inundar las librerías con su novedades y así copar cualquier rincón visible de las mesas y los escaparates, desterrando los títulos de la competencia. La víctima directa de esta táctica es la bibliodiversidad y las perdedoras las pequeñas editoriales, que no pueden (ni quieren, añadiría yo) competir al peso y cuyos pocos títulos nuevos difícilmente obtienen alguna visibilidad.

Es cierto que con estos años de crisis y de caída sostenida en las ventas de libros, el cinturón de los recortes también ha llegado a las editoriales y, empezando por las grandes, se ha empezado a reducir el número de novedades que se publican. Sin embargo, con la llegada de la edición digital, los escaparates digitales están ahora más llenos que nunca gracias a una nueva hornada de pequeñas editoriales y autores autopublicados, lo que ha generado también un nuevo set de retos resumidos en un también nuevo término: la encontrabilidad.

Pero mi intención con esta entrada no es reflexionar sobre este término, del que ya hemos hablado aquí mismo en otras ocasiones, sino de cómo el libro digital ha hecho maravillas por la bibliodiversidad, facilitando el acceso a autores y editores a la publicación, aunque a la vez la afecta por la sobreabundancia de nuevos títulos que llegan a las librerías online y que amenazan con no dejarnos ver el bosque.

Todo esto surge gracias a un artículo sobre una de las ponencias en la conferencia de este año del IDPF Digital Book, sobre la curación de contenidos [en inglés]. Según el artículo, esta curación, o selección, es verdaderamente importante para las editoriales, porque permite que nuestros libros sean visibles en un grupo más limitado de títulos, pero también para los lectores, que de otra manera se ven abrumados por una oferta cada vez más ingente. Y hasta aquí coincido plenamente, pero me preocupa especialmente quién y cómo se encarga de esta selección, para que se pueda proteger la bibliodiversidad. Y es que si nos regimos por los criterios de siempre, el poder de las grandes maquinarias de producción y promoción, corremos el riesgo de encontrarnos de nuevo en el primer párrafo.

Afortunadamente, esta revolución digital ha traído también mucho más protagonismo para los propios lectores, que hacen y comparten su propia selección a través de blogs y redes sociales. Y ellos sí que son bibliodiversos.

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